El libro de Isaías

domingo, mayo 27, 2007

Carlos Garayar y otros escritores peruanos




En la década del 60, cuando se suicidó, José María Arguedas dejó el precedente de pertenecer a una literatura que ardía con las brasas de su realidad. Una literatura tan compleja como sus cordilleras, sus ríos y su mar, sus alturas indescifrables y sus olas migratorias. Arguedas fue recogido, en el mejor momento, por Mario Vargas Llosa, en todos los sentidos: continuó su indagación por el Perú, y respaldó su obra que se alejaba del viejo y falso indigenismo.
La inmensa generación del 50, de narradores y poetas, con Julio Ramón Ribeyro o Javier Sologuren, a la cabeza –no olvidar que Ribeyro es anterior a Vargas Llosa, aunque su fama le haya llegado tarde-, y luego tantos otros escritores –hoy ya olvidados algunos- que continuaron la rica tradición literaria peruana en los 70s. –Eduardo González Viaña, Bryce Echenique-, son, quizás, la antesala de la racha de triunfos de algunos de ellos por estos días.
Blanca Varela (1926), a la vez que sufría un accidente cerebral, ganaba la XVI versión del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en España, donde el año pasado le habían otorgado el Premio García Lorca de Poesía, en Granada. Ese puente existe, de 1959, fue el libro que desencadenó una vertiente profunda, íntima y conmovedora de la poesía peruana. Sólo que Blanca Varela había rejuvenecido en los últimos años, en lugar de envejecer. Así lo demostró en su antología, Donde todo termina abre las alas (2001). Ella dijo alguna vez: “toda la palidez inexplicable es el recuerdo”.
Alonso Cueto, también limeño, de 1954, un narrador de tiempo completo, ha sorprendido con dos premios en los dos últimos años: El Premio Herralde, de la Editorial Anagrama, en 2005, con su novela La hora azul, y el segundo premio de novela en el reciente concurso de Casa de América y Planeta.
Santiago Roncagliolo, el más joven de ellos (1975), hecho en el exterior, como Mario, Bryce o Ribeyro, autor de un libro de cuentos reconocido, Crecer es un oficio triste, ganó el último premio de novela de la Editorial Alfaguara, con una elogiada novela, Abril rojo.
Son autores que sondean en la vida del Perú, de su vida pública o de sus vericuetos íntimos.
Y ahora se agrega una opera primera, editada por Alfaguara en Lima, llamada El cielo sobre nosotros, de Carlos Garayar (Lima, 1949), profesor de la Universidad de San Marcos, crítico, cuentista y antologista, novela que nos acaba de llegar y que nos atrevemos a anunciar como otro gran logro de la narrativa peruana.
De Blanca Varela a Carlos Garayar, nombres que sacuden una tradición múltiple, siempre buceando en ríos profundos.

5 Comments:

At 9:40 a. m., Blogger Unknown said...

muchas gracias para escribir este blog.

volveré pronto (pero, tristemente, sin progreso in mi espanol).

 
At 10:34 a. m., Blogger Unknown said...

P.S....

Busco desesperamente el libro de poesía mas recente de Luz Helena Cordero, Cielo Ausente (Ediciones Sociedad de la Imaginacion). Me gustaría saber de un Web site para este organización, si hay.

 
At 7:51 p. m., Anonymous Anónimo said...

Hola Isaias: Hace algun tiempo tome un taller con ud. en la U.Central. en aquella ocasion leimos un cuento de terror llamado La gallina Ciega, pero no recuerdo el autor. lo he buscado por todas partes pero no lo encuentro.Ojala pueda ayudarme yenviarme el nombre del autor.
un abrazo

 
At 8:41 a. m., Anonymous Anónimo said...

Usted como definiría el oficio de escribir??? como definiría la literatura, soy abogada y quisiera saber si usted considera si es importante el derecho en la literatura y en la fotografía, y cuan importante es el derecho en las artes en general.

porque a veces veo el derecho muy encerrado en sus propias leyes y no viendo el mundo exterior que es su principal materia prima.

 
At 8:42 a. m., Anonymous Anónimo said...

Usted como definiría el oficio de escribir??? como definiría la literatura, soy abogada y quisiera saber si usted considera si es importante el derecho en la literatura y en la fotografía, y cuan importante es el derecho en las artes en general.

porque a veces veo el derecho muy encerrado en sus propias leyes y no viendo el mundo exterior que es su principal materia prima.

 

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