César Pérez Pinzón y el intimismo
Desde su primer libro de cuentos, César Pérez Pinzón (Alvarado, Tolima, 1954 - Ibagué, 29 de noviembre de 2006) se distanció del tono de la literatura de sus coetáneos. El estudio de los griegos, el querer ser diferente a quienes le precedieron y su propio temperamento, le permitieron construir una estética intimista en los cuentos de sus dos primeros libros, Alucinaciones (1980) y La calle del farol dormido (1986), y le dieron frutos destacados en su novela de 1986, Hacia el abismo, publicada por Plaza y Janés, y en su libro de cuentos Hijos del fuego, ganador del Premio Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá en 2003. Figura en su bibliografía, también, Cantata para el fin de los tiempos.
Pero el intimismo de César no significó cambiar de tema, como podría pensarse ante los reclamos de algunos críticos colombianos que les prohíben a los escritores tocar los temas sociales. Desde sus primeros cuentos lo que cambió fue el prisma con que traducía la realidad de sus personajes, vivieran o no la violencia colombiana. Es decir, jamás rechazó su país, aunque se separara del tratamiento que siempre se le había dado a nuestra literatura. El epígrafe de su novela Hacia el abismo, de Cioran, podría colocarse a toda su obra: “La humanidad vive amorosamente de los sucesos que la niegan”. Tampoco su intimismo se puede asociar con cierto psicologismo del siglo XIX. La intimidad se extendía sobre sus personajes a pesar de los temas sociales y aunque no jugara al psicoanálisis.
En su último libro profundizó en su corriente y se aventuró por los legados de la metaliteratura. Por razones personales, ya no vivía en Bogotá, se había dedicado al Taller de Literatura en la Biblioteca Darío Echandía de Ibagué, y creo que eso le permitió recrear un puñado de autores y personajes de la literatura universal.
Allí, alejado del furor nocturno bogotano de sus años juveniles, lo atrapó la muerte, muy temprano, a finales de noviembre del 06. Su hermano Álvaro, mi exalumno en el Externado de Colombia, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, a quien le dedicó sus cuentos de La calle del farol dormido, podría sacar adelante la obra inédita que deja César, escrita en sus años de reposo.